Literatura, arte y políticas contemporáneas a la luz del cristianismo

TRIBUNA

Del páramo navideño

El Papa ha recordado que la Navidad sin Jesús es un páramo cultural. Y que en ese páramo estamos por la voluntad de unos y el abandono de otros. Ha llegado, el Papa, a la misma conclusión que el padre Sopeña hace treinta años. La del falso respeto del anticlericalismo bien educado. Ese que puede descristianizar la Navidad, porque ya ha desarraigado a Cristo de toda cultura. Y que es capaz de eclipsar el cristianismo hasta cuando se vale de él para sus fiestas.
El bicentenario del humanista estadounidense Henry David Thoreau es un buen ejemplo de este tipo de maquillajes. Thoreau vivió en el siglo XIX dos años de eremita y pasó una noche en la cárcel. Nada extraordinario. Pero con lo primero escribió Walden o la vida en los bosques, y con lo segundo El deber de la desobediencia civil.
Dos libros que, efectivamente, bastaron para inmortalizarle como referente del activismo medioambientalista y de los movimientos de resistencia pacífica o no-violenta. Por lo que, ciertamente, influyó en Tostoi, Gandhi y Martin Luther King. Como así se ha destacado para dar lustre a la efeméride. Y quizá para reescribir la historia del pacifismo de espaldas al que puso la otra mejilla: Jesucristo. La mayor y más decisiva influencia de Tolstoi, de Gandhi y de Martin Luther King.
Y aunque huelga explicar de dónde sacó la inspiración un sacerdote baptista llamado como el padre de la Reforma, empecemos por este último: “La Revolución de 1963 no se habría gestado de no haber existido una filosofía y un método digno de sus objetivos. La acción directa no-violenta no nació en Norteamérica. Pero halló en esta un suelo propio, porque aquí la negativa a cooperar con la injusticia era una generosa tradición que venía de antiguo. Y porque aquí la caridad cristiana era algo que estaba inscrito en las mentes y los corazones de todos los hombres buenos”.
Lutero King admiraba a Gandhi: que con su “ética no-violenta amordazó en la India a los cañones del Imperio Británico”. Y lo tomó como referente para su propia lucha, porque la acción política de ambos estaba inscrita en la misma raíz religiosa: la del Sermón de la Montaña. Como escribió el propio Gandhi, recordando su estancia en Sudáfrica: “Fue el Nuevo Testamento el que realmente me despertó a la justicia y al valor de la resistencia no violenta. El Bhagavad Gita ahondó esta impresión y El reino de Dios está dentro de vosotros, de Tolstoi, le dio forma definitiva”.
Tolstoi publicó el referido ensayo en 1893, el mismo año que Gandhi llega a Sudáfrica. Por entonces, el polígrafo ruso llevaba ya una década febrilmente volcado en su singular reapropiación de la doctrina cristiana. En septiembre de 1910, poco antes de fallecer, Tolstoi escribe a Gandhi: “Cuanto tiene que ver con la no-violencia no es otra cosa sino la doctrina del amor (…) Que el ansia de las almas humanas por la concordia se deriva de la suprema y única ley de la vida humana (…) Esta ley fue proclamada por todos los sabios del universo: tanto indios como chinos, hebreos, griegos y romanos. Creo que Cristo la expresó con la mayor claridad cuando dijo que sólo en eso radican la ley suma y los profetas (…)”.
Se refiere, el novelista ruso, a la misma ley que veneraba el rebelde Van Gogh. Que en 1883 escribe a su hermano sobre otro ensayo de Tolstoi publicado un año antes: “Leo un artículo en la Revue des Deus Mondes sobre Tolstoi; parece que se ocupa enormemente de la religión de su pueblo, como George Eliot en Inglaterra. Ha de haber un libro religioso de Tolstoi; creo que se titula Mi religión; debe ser muy bello. Él busca, a lo que presumo por este artículo, lo que quedará cierto eternamente en la religión de Cristo y lo que todas las religiones tienen en común (…)”.
Cito esto, porque leo que el 12 de enero se estrena en España una película animada en torno a la muerte de Van Gogh. O sea, de cuando Van Gogh pintó cuatro de sus cinco óleos de temática piadosa: Piedad y Ángel (1889), Resurrección de Lázaro y El buen samaritano (1890). Y porque me pregunto si alguno de los cuatro está representado entre las sesenta y cinco mil tomas de Loving Vincent. Ya que cada una de ellas está basada en una pintura al óleo, acometida por expertos según la técnica del holandés.
Pero he nombrado cuatro. La quinta es Naturaleza muerta con Biblia (1885). Van Gogh la ejecutó copiando el ejemplar de las Sagradas Escrituras de su padre, que había sido predicador protestante. Como intentó serlo él entre los mineros de Le Borinage. Y habría habido una sexta: Jesús en el Huerto de los Olivos. Pero la desechó al segundo intento en 1888: “Porque no hay que hacer figuras de esta importancia sin modelo”.
Su modelo. El de tanta buena gente que sostiene el mundo. El de tantísimos genios que con su inspiración han ensamblado el arco de la historia. Como Tolstoi, Gandhi o Martín Lutero King. El que sobrecogía a Van Gogh de tal manera, que ni se atrevió a pintarlo: “Somos unos inválidos, los artistas. Nuestro arte no es nada, porque nuestras herramientas están ya demasiado embotadas para alcanzar y expresar lo esencial. Sólo Cristo posee esa facultad. Llega a nosotros directamente, sin necesidad de escribir ni de pintar; a cada instante transforma su vida entera en una obra de arte”.
Atreverse a pintarlo por él. A compartir con él su fracaso. El fracaso de un cristiano. Poderosa metáfora. He aquí un humilde motivo para animar una gran película. El fracaso y la esperanza de más de dos mil millones de cristianos. El número de los que todavía, y a pesar de todo, profesan hoy la fe más populosa del mundo.
Lo que digo sin ánimo de ofender a los que disguste el dato. Y haciendo mío a ese Tolstoi que introdujo en La esclavitud de nuestro tiempo: “No es mi intención molestar a las personas que se tienen a sí mismas por ilustradas y que consideran la doctrina del Evangelio como una razón de la vida de la humanidad desfasada y anticuada. Mi misión es demostrar que esta fuente, de la que he extraído el conocimiento de la verdad, aún lejos de ser aceptada por la gente, puede librar al hombre de sus miserias. Eso es lo que pretendo”.
Y a los que quieran quitarse la costra del páramo nacional pasando un buen rato: las geniales memorias que dejó el padre Sopeña en Escrito de noche. Justo recuerdo, antes de que se apague la poca luz que se ha proyectado sobre el centenario de su nacimiento.

Comentarios

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  2. Este articulo sin duda parte de un tema de sumo interés (el carácter cristiano de la Navidad) para desembocar, como todos los textos de afirmación cristiana, en un juicio sumario sobre las opiniones que cuestionan LA DOCTRINA cristiana.
    Me gustaría mucho poder extenderme sobre este tema pero me temo que este espacio no es el mas apropiado. Solo diré que está harto probado y demostrado que:
    - las verdaderas enseñanzas de Cristo POCO TIENEN QUE VER CON LA(S) DOCTRINA(S) CRISTIANA(S).
    - a la oración "...el falso respeto del anticlericalismo bien educado. Ese que puede descristianizar la Navidad, porque ya ha desarraigado a Cristo de toda cultura. Y que es capaz de eclipsar el cristianismo hasta cuando se vale de él para sus fiestas..." puede perfectamente contestarse que el cristianismo SE VALIO de las SATURNALES romanas y de las fiestas PAGANAS de celebración de la llegada del invierno, se apoderó de ellas instaurando una navidad que, en rigor, nada tiene que ver con el "cumpleaños" de Jesús ni con lo que es su mensaje.
    - por mas que existen dos mil millones de cristianos (algo desde luego que está por ver: como se han contado...) como bien dice Tolstoï señalando la doctrina del amor (que es LA QUE VERDADERAMENTE IMPORTA): "Esta ley fue proclamada por todos los sabios del universo: tanto indios como chinos, hebreos, griegos y romanos."... si bien esta doctrina es la de Jesús, nada inventaron en estos los cristianos con su propia doctrina.
    En conclusión, produce cierta tristeza y desasosiego constatar que en pleno siglo XXI jóvenes pedagogos sigan manipulando de esta forma la realidad que se desprende de un conocimiento riguroso de los hechos, con mero afán propagandístico.

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